El informe del IMD está dividido en cuatro categorías, y en tres de ellas el Perú muestra retrocesos: infraestructura, eficiencia de las empresas (ocho puestos en cada caso) y en desempeño económico (seis puestos), algo que llama la atención pues el gobierno está basando sus logros en ese campo. Resulta sorpresivo el avance de seis puestos obtenido en eficiencia del gobierno, pero se explica porque ese rubro incluye las finanzas públicas, que afortunadamente son manejadas con orden por el Ministerio de Economía y Finanzas (MEF).
Las conclusiones del estudio son contundentes y reiteran la urgencia de establecer metas más ambiciosas, orientadas a mejorar sustancialmente la competitividad del país. El papel del Estado es crucial, especialmente en aspectos como infraestructura y en generar un entorno favorable para que las empresas también sean competitivas.
Por cierto, el Perú ocupa los últimos lugares en todos los rubros referidos a tecnología, lo que evidencia un mercado que si bien está en crecimiento, no es innovador. En este punto, la educación es pieza clave pero lamentablemente no es tomada en cuenta. Lo propio ocurre con la capacitación. Y hasta ahora no nos hemos referido a nuestros lastres más pesados: la ineficiente burocracia y la corrupción, que están creando un ambiente peligrosamente enrarecido para el mercado.
Una consecuencia del pobre desempeño competitivo del Perú es la baja longevidad de las empresas. Es innegable que el peruano es emprendedor, pero si el Estado sigue sin entender qué hace falta para apuntalar las condiciones bajo las que se hacen negocios exitosos (y durables) y no encuentra soluciones, la competitividad tardará en llegar.
Gestion.pe
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