El Thai Government Savings Bank cuenta con una sucursal flotante, que navega por el río Chao Phraya de Bangkok para llevar servicios financieros a humildes clientes ajenos a los modernos cajeros automáticos.
El primer "banco flotante" del mundo lleva casi medio siglo navegando por el río Chao Phraya de Bangkok para llevar servicios financieros básicos a humildes clientes ajenos a los modernos cajeros automáticos.
Cada día de la semana, excepto los jueves, el barco parte puntual a las 08.30 hora local del embarcadero de Rajinee, en pleno barrio chino de la ciudad y al lado de la sucursal en tierra firme del Thai Government Savings Bank (GSB), un banco estatal.
Antes de zarpar, los empleados bancarios llenan cajas con dinero en efectivo y preparan paquetes de cartillas y formularios de depósito y retirada para llevarlas a bordo de la barcaza pintada de rosa chillón, un color muy popular en Tailandia porque evoca buena salud.
Las libretas de ahorro son transportadas en mano por un contable y su ayudante a miles de vendedores ambulantes, dueños de pequeños negocios, jubilados, monjes budistas y hasta soldados que trabajan o viven en las casuchas esparcidas por las orillas del río entre Bangkok y la provincia de Nonthaburi, a 30 kilómetros de distancia.
"Nuestros clientes son casi todos gente sencilla, que tiene pocos ahorros o no se fía de las máquinas. Sin embargo, nosotros les ofrecemos un servicio personalizado en el que confían plenamente", afirma Sokhun, al mando de uno de los cuatro "bancos flotantes" del GSB que surcan el Chao Phraya.
El empleado explica a Efe que aunque no funcionan exactamente como un cajero automático, reciben depósitos y permiten retirar fondos, siempre que se les avise con un día de antelación para tener listo el efectivo en metálico.
Los trabajadores del GSB viajan dentro de una cabina dotada de aire acondicionado, televisión de pantalla plana y dos ordenadores con conexión a Internet, una tecnología punta que únicamente ven aquellas personas que prefieren subir a bordo para realizar sus transacciones.
Mientras ellos se ocupan del papeleo, el conductor escudriña el horizonte en busca de pequeñas banderas azules con el logotipo del banco, que se agitan para que se detenga en cada parada de su ruta.
Al llegar al muelle del templo de Arun, Sokhun y su compañero visitan a cada cliente personalmente, bien se trate de una vendedora de recuerdos de la pagoda o un guarda de seguridad que se acaba de despertar de la siesta.
Todos entregan los ingresos de la jornada a los contables, que registran cada entrada en las cartillas que llevan bajo el brazo y atadas con una goma.
"No necesito ir al banco o hacer nada. Ellos vienen y les doy el dinero, no tengo nada que temer porque son honestos y les conozco de toda la vida", indica Vanaprapa, una sonriente mujer que vende zumo de coco a la entrada del recito religioso.
Sobre esa confianza se asienta el éxito del "banco flotante", una iniciativa lanzada por el GSB en 1958, cuando la mayoría de la población de Bangkok todavía habitaba los canales en la "Venecia de Oriente".
Pero, aunque ahora las pocas casas flotantes que quedan a las orillas del río son más un reclamo para turistas que un reflejo de la realidad moderna de la ciudad, quienes se ganan la vida a lo largo del cauce agradecen la atención personalizada del GSB.
Esa relación tan estrecha entre empresa y cliente es patente en la cercanía en el trato, destaca Sokhun.
"Muchos clientes han permanecido con nosotros durante una o dos generaciones. Los hijos de encargan de administrar los ahorros de los padres, y les conocemos a todos", proclama con orgullo este contable mientras saluda con afecto a un guarda de seguridad que va a depositar en la cuenta su jornal.
Por su parte, el banco también se ha beneficiado logrando una excelente imagen pública, tanto que ha decidido mantener el servicio pese a que sea lento y poco lucrativo, pues cada barco recauda al día unos 30.000 bat (unos mil dólares).
EFE
No hay comentarios:
Publicar un comentario